Bulimia

BULIMIA: mitos, creencias erróneas... y verdades

Una compleja relación emocional con la comida.

Los mitos y el desconocimiento entorno a la bulimia contribuyen a mantener el problema en quien lo padece, y dificultan que la sociedad –en general– comprenda la complejidad de este trastorno, y actúe, de un modo conveniente y saludable, en primer lugar, con las personas con bulimia, pero también, con el entorno familiar, que sufre –muy intensamente– las consecuencias de esta enfermedad.

Estos son los 10 mitos sobre la bulimia:

1. Quien tiene bulimia es porque quiere o por falta de voluntad

Hay una creencia errónea, muy generalizada, que tiende a etiquetar a las personas con bulimia de carecer de voluntad, empeño o determinación. ¿Te imaginás hacerle este reproche a una persona que sufre asma, diciéndole que debería poner más empeño en respirar bien? No se nos ocurriría, ¿no?

Todas y todos estamos de acuerdo en que no tenemos una enfermedad física por elección. Sin embargo, cuando hablamos de salud mental, se tiende a responsabilizar –de algún modo o en alguna medida– a la propia persona que sufre un trastorno psicológico, o una dificultad emocional, de no haber hecho los suficiente para evitarla o para superarla. E incluso se llega a considerar que un desorden emocional es cuestión de «personalidad»: es que es así, cómo si fuera una especie de condena ineludible.

La bulimia genera un gran malestar y sufrimiento en las personas que la padecen, tanto a nivel físico como psicológico.

Es necesario comprender que no es una elección, es un desorden emocional, que determina, que condiciona, los pensamiento, las emociones y los comportamientos de la persona.

Los comportamientos a los que lleva este problema –comer compulsivamente, inducirse el vómito, ejercicio excesivo…– son la única vía que encuentran las personas con bulimia para percibir equilibrio –aunque este sea muy frágil–, para gestionar sus pensamientos amenazadores y su ansiedad o angustia.

Es importante comprender esto, para eliminar una de las emociones que más perjudica, la culpabilidad. Ser consciente de que no son capaces de hacer las cosas de otra forma, reduce el malestar, y evita el bucle, en el que el sentimiento de culpa alimenta la vulnerabilidad ante la enfermedad y de nuevo genera culpabilidad.

2. La bulimia solo afecta a mujeres adolescentes

Si bien, un factor de riesgo es ser mujer joven, la bulimia afecta tanto a hombres como mujeres de todas las edades (Murray et al, 2017).

Según los criterios del DSM-5 los trastornos de alimentación alcanzan alrededor del 1% a 2% en hombres y 3,5% en mujeres, mayores de 40 años.

En el caso de la bulimia nerviosa, afecta al 0,21% de las mujeres mayores de 40 años.

3. Las personas con bulimia sufren de obesidad

Muchas personas tienen sobrepeso u obesidad, previamente al desarrollo de bulimia y no como consecuencia de ella.

En otras ocasiones, en la aparición de la bulimia puede haber intentos de reducir un incremento de peso puntual, mediante dietas muy rigurosas, ejercicio excesivo, restricción alimentaria, etc., junto a otros factores de riesgo psicosociales.

En cualquier caso debemos entender que la bulimia tiene un origen multifactorial y que no puede simplificarse asociándolo exclusivamente a una cuestión de peso corporal.

Sin embargo, existe mucha variabilidad de peso en personas con bulimia y nos encontramos con este problema en personas con muy diferentes pesos corporales: obesidad, sobrepeso, normopeso e infrapeso.

4. Si alguien tiene bulimia seguro que vomita

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), la bulimia se caracteriza por la presencia de episodios recurrentes de atracones y de posteriores conductas de compensación –vomitar, el uso de laxantes o ejercicio excesivo–.

Para poder dar un diagnóstico de bulimia por tanto, no solo es necesario tener en cuenta las conductas purgativas, como los vómitos –que también pueden darse en la anorexia–, sino que han de darse también atracones, como mínimo, una vez a la semana –según los criterios que marca el DSM-5–.

5. Vomitar adelgaza

Vomitar, no solo no adelgaza, si no todo lo contrario.

Todos tenemos la tendencia a mantener un peso corporal estable en circunstancias normales. Esto se debe al nivel de regulación ponderal –set point–, un mecanismo biológico.

Los atracones y vómitos suelen aparecer como consecuencia de restringir la comida, son una sobrecompensación. Pero vomitar no adelgaza, de hecho, este modo de alimentarse desordenado puede, incluso, hacer que la persona aumente de peso.

Las calorías que se ingieren por un atracón son mayores que en una ingesta normativa, vomitar no contrarresta este efecto.

6. Un atracón es “pasarse” comiendo

En los episodios de atracón, la cantidad de comida que se ingiere es muy superior a la esperada en un tiempo de unas dos horas. Es lo que se llama «atracones objetivos», los más característicos de la bulimia, pero también existen los «atracones subjetivos», donde la persona percibe que se está dando un atracón, pero la ingesta, la cantidad de comida, no es exagerada, pero la persona lo experimenta con descontrol y mucho sufrimiento emocional.

En la bulimia, no hablamos de atracón cuando se come un poco o mucho más de lo normal, si no cuando se consumen cantidades desproporcionadas de alimentos, junto a una sensación de pérdida de control. Es decir, es muy difícil o imposible parar de comer una vez ha comenzado.

En algunas ocasiones, se eligen los alimentos para los atracones. Con frecuencia son dulces y carbohidratos, aunque en otros casos es todo aquello que está a mano.

Muchas personas con bulimia preparan su «momento», planifican y compran alimentos específicos para “el atracón”. Estos momentos van precedidos de emociones –ansiedad por ejemplo– y pensamientos específicos –“aunque ahora me siento mal, luego podré darme un atracón y sentirme mejor”– y sucedidos de una intensa culpabilidad por “no haber podido controlarse”. En este tipo de trastorno es muy habitual gestionar nuestras emociones desagradables a través de la comida.

Por lo tanto, los comportamientos compensatorios tratan de “solventar” el exceso de alimentos ingeridos. La conducta más conocida es el vómito, pero podemos encontrarnos con un uso excesivo de laxantes, diuréticos u otras conductas de ayuno o de ejercicio compulsivo.

Es importante destacar que no poder llevar a cabo estas estrategias compensatorias después del atracón, suele generar un elevado malestar en la persona, y ahí radica la mayor dificultad en el tratamiento, la tolerancia a esas emociones desagradables por no estar llevando a cabo la conducta que supuestamente asocian con bienestar (conducta compensatoria).

7. Las redes sociales son las responsables de la bulimia y del resto de los TCA

Las redes sociales son un escaparate de muchas cosas, de cualquier índole y de diferente grado de validez, incluso de peligrosidad.

En ellas, por ejemplo, se alientan muchos de los factores que pueden favorecer la aparición y el mantenimiento de la bulimia y otros problemas de la imagen corporal.

Se muestran cuerpos perfectos, modelos de belleza muy exigentes –irreales muchas veces, ya que tras ellos hay sofisticada manipulación digital–, y se transmite la idea de que cualquiera –“con esfuerzo”– puede aspirar a ellos.

Se crean expectativas desajustadas en las personas, que interpretan que su cuerpo no es válido –según esos irreales cánones de belleza–, modelos sobre “cómo deberíamos ser”, olvidándonos de la variedad que la naturaleza no para de mostrarnos. Poniendo de manifiesto que hay innumerables posibilidades y no un único modelo a seguir.

Las redes son el escaparate donde compararse, lo que nos hace sentir que “no somos válidas o válidos”. La pregunta sería ¿válidas o válidos para quién, o en relación a quién?

Sin embargo, no debemos centrarnos solo en las redes sociales, debemos considerarlas un factor más que participa en todo este proceso. Insisto en que la bulimia es multicausal: factores genéticos, familiares, contextuales, socioculturales y también psicológicos.

8. La bulimia no es tan peligrosa para la salud

la bulimia tiene consecuencias fisiológicas graves, aunque no sean tan evidentes a simple vista.

Estas son algunas de las consecuencias físicas de la bulimia:
  • Cara hinchada.
  • Ulceraciones o callos en el dorso de las manos –en los nudillos–.
  • Caries y erosiones o decoloración en el esmalte –producido por los ácidos del estómago–.
  • Hipertrofia de las glándulas parótidas.
  • Debilidad muscular.
  • Edemas.
  • Distensión abdominal.
  • Arritmias cardiacas.
  • Daños en el esófago.
  • Fallo cardíaco.
  • Alteraciones digestivas.
  • Úlceras pépticas y pancreatitis.
  • Irregularidades hormonales.

9. La bulimia es un trastorno crónico

En el afrontamiento de cualquier dificultad vital, las expectativas tienen un papel decisivo. ¿Por qué esforzarnos en superar una situación o problema cuando estamos convencidos de que no es posible hacerlo?

Afrontaremos una misma situación de una forma muy diferente: si pensamos que no tenemos ningún control sobre ella, o si creemos que nuestra acción va a producir cambios o mejoras en la situación

Es muy útil aprender a ajustar nuestras expectativas. En la vida, a veces hay que aceptar situaciones que escapan a nuestro control y afrontarlas para lograr vivirlas de la forma mas satisfactoria, con el menor coste emocional. Pero también, cuando tenemos capacidad de actuar sobre una situación, lo más inteligente es hacerlo y no resignarnos sin hacer nada.

Por eso, es importante ser conscientes de que, si se realiza un buen abordaje en la bulimia, un buen tratamiento, que incida en cada uno de los aspectos centrales de la enfermedad, la bulimia se cura, se supera.

La evidencia científica nos indica que la terapia cognitivo conductual es el tratamiento de elección para la bulimia. Ha demostrado las mayores tasas de recuperación en pacientes que han seguido esta línea de tratamiento.

En algunos casos se recomienda combinarlo con un tratamiento farmacológico, para lo que es importante el trabajo conjunto entre profesional de la Psicología y el profesional Médico Psiquiatra.

Además, será muy importante la rehabilitación nutricional para que la persona construya unos hábitos de alimentación más saludables. Este enfoque multidisciplinar va a ser muy útil y va a prevenir futuras recaídas.

La recuperación en los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) no es rápida, necesitándose tratamientos prolongados.

10. Si le cuento a mis familiares o amistades que sufro de bulimia me juzgarán

somos responsables de lo que nos pasa en relación a nuestra salud emocional.

La culpa, la percepción de incapacidad, el miedo a la crítica, hace que, aún en nuestros días, se silencie y se vivan en soledad las dificultades emocionales.

Expresar dificultades complejas como es la bulimia, es una oportunidad para visibilizar el problema, una oportunidad para que los demás lo entiendan y comprendan, para pedir apoyo y ayuda, para aprender junto a familiares los caminos hacia la mejora y la curación.

Pero las dudas a las reacciones de familiares, amistades, pareja… el miedo a ser juzgado o juzgada: “Lo he ocultado durante tanto tiempo. Se enfadará conmigo. No lo entenderán”, o la culpa, entre otros motivos, mantienen el silencio y con ello el sufrimiento en soledad.

Es comprensible este temor, pero preguntate ¿podría beneficiarte compartir este problema? La respuesta es sí. El apoyo social es valioso para afrontar el tratamiento del problema.

Por supuesto, no se trata de compartirlo de cualquier modo y con cualquiera. Aquí son importantes las habilidades sociales, aprender a comunicar lo que te pasa y cómo te afecta, y sobre todo, aprender a aceptar y respetar las reacciones de los demás, respondiendo con serenidad y con asertividad.

Una adecuada expresión y comunicación con tu entorno va a darte la oportunidad de no afrontar el proceso del tratamiento en soledad, tener compañía y apoyo ante los esfuerzos que tendrás que realizar.

Fuente: www.areahumana.es

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